sábado, 12 de agosto de 2017

La pornografía le sucede a las mujeres



La pornografía le sucede a las mujeres
Andrea Dworkin

‘Estoy hablándoles de prostitución per se, sin mas violencia, sin extra-violencia, sin una mujer siendo golpeada, sin una mujer siendo abusada. La prostitución es en si un abuso del cuerpo de la mujer.’
(Andrea Dworkin pronunció este discurso en la conferencia titulada ‘Discurso, igualdad y daño: Perspectivas legales feministas sobre la Pornografia y la propaganda de odio’ en la Facultad de Derecho de la Universidad de Chicago, el 6 de marzo de 1993)


Durante veinte años, personas que conocen y personas que no conocen dentro del movimiento de mujeres, con su gran amplitud y fuerza, han estado intentando comunicar algo muy simple: la pornografía sucede. Ocurre. Abogados, llámenlo como quieran – llamenlo discurso, llámenlo acto, llámenlo conducta. Catherine Mackinnon y yo lo llamamos una práctica cuando lo describimos en la Ordenanza antipornografía de derechos civiles que redactamos para la Ciudad de Minneapolis en 1983. Pero el punto es que sucede. Le pasa a las mujeres, en la vida real. Las vidas de las mujeres se hacen bidimensionales y muertas. Estamos aplastadas en la página o en la pantalla. Nuestros labios vaginales están pintados de color púrpura para que el consumidor pueda darse cuenta de dónde enfocar su atención. Nuestros rectos se destacan para que sepa dónde empujar.

Estoy describiendo un proceso de deshumanización, un medio concreto de cambiar a ‘alguien en ‘algo’. No estamos hablando de violencia todavía, no estamos ni cerca de la violencia.

La deshumanización es real. Sucede en la vida real, sucede para estigmatizar personas. Esto nos sucede a nosotras, a las mujeres. Decimos que las mujeres estamos cosificadas. Esperamos que la gente piense que somos muy inteligentes cuando usamos una palabra larga. Pero ser convertido en un objeto es un evento real. Y la cosificación en la pornografía es un tipo particular de cosificación; un objetivo. Te convierten en un objetivo. Y el rojo y el púrpura marcan el lugar en que se supone que él debe hacertelo.

Este objeto lo quiere. Ella es el único objeto que dice ‘lastimame’. Un coche no dice ‘destruyeme’. Pero ella, esta cosa no humana, dice ‘lastimame – y cuanto más me lastimes, más me gustará’.
Cuando la miramos, esa cosa pintada de púrpura, cuando miramos su vagina, cuando miramos su recto, cuando miramos su boca, cuando miramos su garganta, los que la conocemos y los que han estado ahí apenas podemos recordar que es un ser humano.

En la pornografía vemos literalmente a la mujer como el varón quiere que lo experimentemos. Se expresa en escenarios concretos, en la manera en que las mujeres se posicionan y son usadas. Vemos, por ejemplo, que el objeto quiere ser penetrado; esta es la razón de la auto penetración en el porno. Una mujer toma algo y se lo incerta a sí misma. Esta pornografía donde mujeres embarazadas por algún motivo toman mangueras y se las incertan a ellas mismas. Esto no es un ser humano. No se puede mirar esas fotos y decir ‘hay un ser humano, ella tiene derechos, tiene libertad, tiene dignidad, es alguien’. No se puede. Eso es lo que la pornografía hace a las mujeres.

Hablamos del fetichismo en el sexo. Los psicólogos siempre han hecho que signifique, por ejemplo, que un hombre eyacule a un o sobre un zapato. El zapato se puede plantear como si fuera una mesa lejos del varón. Está excitado, se frota contra el zapato, se masturba. Él tiene sexo con el zapato. En la pornografia, eso le sucede al cuerpo de la mujer; se convierte en un fetiche sexual y el amante, el consumidor, eyacula sobre ella. Es una convención en la pornografía que el esperma este ‘en ella’, no ‘sobre ella’. Marca el lugar, como lo posee y donde.  Eyacular sobre ella es una manera de decir que esta contaminada con su suciedad. Ella está sucia. Este es el discurso del pornografo, no el mío. El Marqués de Sade siempre se refiere a la eyaculación como contaminación.

Los pornografos usan cada atributo que tenga una mujer. Lo sexualizan. Encuentran una manera de deshumanizarlo. Esto se hace de maneras concretas, por ejemplo, en la pornografia, la piel de la mujer negra es tomada como un organo sexual. Una hembra, despreciada por supuesto, necesita ser castigada. Su piel misma es el fetiche, el objeto encantado. La piel es donde la violacion se actua – a través del insulto verbal, a través de palabras sucias dirigidas a su piel – y el asalto sexual (golpear, azotar, escupir, cortar, atar, quemar, morder, masturbar y eyacular).

En la pornografía, esta fetichizacion del cuerpo femenino es sexualización para la deshumanización. Es siempre concreta y específica. Nunca es abstracta y conceptual. Esto es por que los debates sobre la pornografía tienen una calidad bizarra. Los que sabemos que la pornografía lastima a las mujeres, hablamos de los insultos y los abusos que realmente les suceden a las mujeres en la vida real – las mujeres en la pornografía y las mujeres que la utilizan. Los que defienden la pornografía, sobre todo por motivos de libertad de expresión, insisten en que es una especie de idea, pensamiento, fantasía, dentro del cerebro, la mente del consumidor.


De hecho, hemos dicho todo el tiempo que la pornografía se trata realmente de ideas. Bueno, el recto no tiene una idea, la vagina no tiene una idea y la boca de las mujeres en pornografia no expresan una idea. Cuando una mujer que tiene un pene empujando hasta el fondo de su garganta, como en la película ‘Garganta profunda’, esa garganta no es parte de un ser humano que está envuelto en ideas. Estoy hablando ahora de pornografía sin violencia visible. Estoy hablando sobre la crueldad de la deshumanización de alguien que tiene derecho a más.

En la pornografía, todo significa algo. Les hable de la piel de las mujeres negras. La piel de las mujeres blancas tiene un significado en la pornografía. Es una sociedad de Supremacia Blanca, la piel de una mujer blanca significa privilegio. Ser blanca es lo mejor posible. Entonces, ¿qué significa que el porno este lleno de mujeres blancas? significa que cuando uno toma a una mujer que está en la cina de la jerarquía en términos raciales y le pregunta ‘¿qué deseas?’ ella, que se supone tiene algo de libertad y de opciones, dice ‘quiero ser usada’. Ella dice ‘usame, lastimame, explotame, eso es lo que quiero’. La sociedad nos dice que ella es el estándar, el estándar de belleza, el estándar de ‘mujeridad’ y femeneidad’. Pero de hecho, ella es el estándar de la complacencia. Es el estándar de la sumisión. Es el estándar para la opresión. Es un emblema, lo encarna, ella modela la opresión. Hay que decir que ella hace lo que necesita para mantenerse viva, la configuración de su conformidad es predeterminda por varones que gustan de eyacular en su piel blanca. Ella está a la venta. Entonces, ¿de que vale su piel blanca? hace que su precio solo sea un poco mas alto.

Cuando hablamos sobre pornografía que cosifica mujeres, estamos hablando de la sexualizacion como un insulto, de humillación. Insisto en que estamos hablando de la sexualización de la crueldad. Y esto es lo que quiero decirles, no es necesario una violencia manifiesta para que haya crueldad.

Cosas son hechas a mujeres todos los días que podrían ser consideradas violentas si fueran hechas en otro contexto, no sexualizado, hacía un varón. Las mujeres son empujadas, sentadas, calladas por nombres insultantes, son bloquedas del paso en la calle o en la oficina. Las mujeres simplemente se mueven. Violación sadica, violación en grupo, asesinato en serie de no-prostitutas. Los golpes, los empujones, los bloqueos. Estas mismas invaciones serían comprendidas como ataques hechas a los hombres. Hechas a mujeres, la gente piensa que está mal, pero está bien. Está mal, pero está todo bien. Está mal, pero así son las cosas. No hagas un caso federal de esto. Se me ocurre que debemos tratar con el corazon del doble estandar, con la percepción de lo que el odio es y lo que no es.

Los varones usan el sexo para lastimarnos. Se puede argumentar que ellos tienen que hacernos daño, disminuirnos, para poder tener relaciones sexuales con nosotras, romper las barreras de nuestros cuerpos, agredirnos, invadirnos, empujarnos un poco, expresar verbalmente o físicamente hostilidad. Se puede argumentar que para que los varones tengan placer sexual con las mujeres, tenemos que ser inferiores y deshumanizadas, lo que significa, controladas, lo que significa, menos autónomas, menos libres, menos reales.

Estoy impactada en cómo el discurso de odio, de odio racista, se vuelve mas explícito en cuanto se convierte en mas agresivo – su significado se hace más sexualizado, como si el sexo fuera usado para la hostilidad. En la historia del antisemitismo, cuando llega la asunción de Hitler al poder de la República de Weimar, se observa un discurso de odio antisemita indistinguible de la pornografía, y no sólo se publica y se distribuye, se muestra abiertamente. ¿Qué hace el orgasmo? Lo que el orgasmo dice es ‘soy real y la criatura inferior, esa cosa, no lo es. Y si la aniquilación de esa cosa me trae placer, así es como debe ser la vida’. La jerarquía racista se carga sexualmente. Hay una sensación de inevitabilidad biológica que proviene de una respuesta sexual derivada del desprecio. Hay urgencia biológica, excitación, ira, irritación, una tensión que se satisface humillando y menospreciando al inferior en actos y en palabras.

Me pregunto, con una tendenciosa ignorancia, cómo es que la gente le cree a los bizarros y falsamente transparentes filósofos de la superioridad biológica. Una respuesta es que cuando la ideología racista se sexualiza, se convierten en escenarios concretos de dominación y sumisión que dan a la gente placer sexual, los sentimientos sexuales en sí mismos hacen que parezcan biológicamente inevitables. Los sentimientos parecen reales. Ningún argumento cambia los sentimientos. Y las ideologías parecen estar basadas en la naturaleza. La gente defiende los sentimientos sexuales defendiendo las ideologías. Dicen ‘mis sentimientos son naturales, entonces, si tengo un orgasmo lastimandote o me siento excitado de solo pensarlo, eres mi compañera en esos sentimientos naturales – tu rol natural es es lo que sea que intensifique mi excitación. No eres nada, pero eres mi nada, usarte es mi derecho porque ser alguien significa que tengo el poder – el poder social, económico, la soberanía imperial – para hacerte lo que quiera.

Este fenómeno de sentirse superior a través de un racismo sexualmente reificado es siempre sádico: su propósito es siempre herir. El sadismo es una dinámica en cada expresión de discurso de odio, para intimidar, para humillar; ahí hay una dimensión subyacente de rebajar a alguien, subordinarlo, minimizarlo. Cuando ese discurso de odio se sexualiza totalmente – por ejemplo, en la realidad sistemática de la pornografia – una clase entera de personas existe para proveer de placer sexual y un sinónimo de sentido de superioridad a otro grupo, en este caso, varones. No toleramos que eso sea llamado libertad.

El problema para las mujeres es que ser lastimadas es ordinario. Sucede cada día, todo el tiempo, en algún lado a alguien, en cada vecindario, en cada calle, en intimidad, en la multitud: las mujeres son lastimadas. Nos consideramos afortunadas cuando alguien solamente nos insulta y nos humilla. Quienes han sido golpeadas en el matrimonio (un eufemismo de tortura) también tienen una idea de la suerte que es. Somos siempre felices cuando algo menos malo de lo que pensábamos posible sucede y nos decimos que si nos nos conformamos con lo menos malo, hay algo mal en nosotras. Es hora de parar eso.

Cuando una piensa en las vidas ordinarias de las mujeres y de los niños, especialmente de las niñas, es muy difícil no pensar en que estamos buscando una atrocidad, si tenemos los ojos abiertos. Tenemos que aceptar que estamos buscando una vida ordinaria: las heridas no son excepciones, más bien, son sistemáticas y reales. Nuestra cultura lo acepta, defiende, nos castiga por resistirnos a eso. El lastimar, el rebajar, la crueldad sexualizada, es a propósito, no son accidentes o errores.

La pornografia juega un gran papel en normalizar las maneras en las que somos degradadas y atacadas, en como humillarnos e insultarnos parece natural e inevitable.

Quisiera que piensen especialmente sobre estas cosas. Numero uno: los pornografos usan nuestros cuerpos como su lenguaje. Todo lo que dicen, lo dicen usandonos. Ellos no tienen derecho a eso. No deberían tener derecho a eso. Número dos: proteger constitucionalmente como si fuera libertad de expresion significa que hay una nueva forma en la que somos propiedad legal. Si la Constitución protege la pornografia como discurso, nuestros cuerpos les corresponden a los proxenetas que necesitan usarnos para decir algo. Ellos, los humanos, tienen el derecho humano de libertad de discurso y la proteccion constitucional, nosotras, la propiedad, propiedad mueble, somos sus cifras, sus símbolos sistemáticos, las piezas que organizan en orden para comunicar. Somos reconocidas solo como el discurso de un proxeneta. La Constitución está del lado que siempre estuvo: del propietario de bienes, incluso cuando su propiedad es una persona definida como persona a causa de la confabulación entre la ley y el dinero, la ley y el poder.  La Constitución no es nuestra a menos que trabaje para nosotras, especialmente proveyendo de refugio a los explotadores. Número tres: la pornografia usa a las que quedaron fuera de la Constitución. La pornografia usa a mujeres blancas, que eran como muebles. La pornografia usa mujeres afroamericanas, que eran esclavas. La pornografia usa hombres estigmatizados, por ejemplo, hombres afroamericanos, que eran esclavos, a menudo son sexualizados por los pornografos contemporáneos como si fueran violadores-animales. La pornografia no está conformada por hombres blancos. No lo está. Ellos están haciendo esto con nosotras o protegiendo a quienes nos hacen esto. Se benefician de ello. Y hay que detenerlos.


Piensen en como el matrimonio controlo a las mujeres, como las mujeres eran propiedades bajo la ley, esto no empezó a cambiar hasta principios del siglo XX. Piensen en el control que la Iglesia tuvo sobre las mujeres. Piensen en que la resistencia se movilizó, y trayendoles problemas a todos esos hombres que pensaban que daban por sentado que esto les pertenecia. Piensen en la pornografía como una nueva institución de control social, un uso democratico del terrorismo contra las mujeres, una manera de decir públicamente que cada mujer que camina por la calle ‘baja la mirada, mira hacia abajo, perra, porque cuando mires hacia arriba vas a ver una imagen de ti misma colgada, vas a ver tus piernas abiertas. Eso es lo que vas a ver’.

La pornografía nos dice que el deber de la mujer es ser usada. Y solo quiero decirles que la Ordenanza anti-pornografia que Catherine MacKinnon y yo hemos desarrollado en Minneapolis dice que el deber de las mujeres no es ser usadas. La Ordenanza repudia las premisas de la pornografía y su uso eventual demostrará que las mujeres desean la igualdad.

Noten que la Ordenanza fue desarrollada en Minneapolis, y su ciudad gemela, St. Paul, aprobó una Ordenanza muy fuerte contra los crimenes de odio. Los tribunales anularon ambos. Quiero que entiendan que hay algunos pornografos y algunos racistas serios y también hay ciudadanos serios que quieren en ambas ciudades que se detenga la pornografía y el racismo. La Ordenanza que Catherinne y yo redactamos surge de esa cultura política, una cultura de base y participativa que no tolera ningún tipo de crueldad hacia las personas.

En otoño de 1983, un grupo de vecinos activistas nos pidio a Catherinne y a mi testificar en una reunión del comité local. El grupo representaba un área de Minneapolis que era principalemente afroamericana, con una pequeña poblacion de blancos pobres. El ayundamiento mantuvo la parcela en zonas de la pornografia.

En su vecindario, durante siete años habian estado luchando contra una serie de leyes contra la zonificacion (division por zonas) que permitian a la pornografia destruir la calidad de vida. La ciudad podria borrar a su poblacion porque en su mayoria no eran blancos y eran mayormente pobres. La pornografia era puesta a proposito en esos lugares y mantenida fuera de los barios ricos y blancos.

Estos activistas vinieron a nosotras y nos dijeron: conocemos de ese tema del odio hacia las mujeres. Esto es prácticamente una cita literal: sabemos que el tema aquí es el odio hacia las mujeres y queremos hacer algo al respecto, ¿qué podemos hacer?

Ellas sabían qué hacer.  MacKinnon y yo organizadas, por supuesto. Organizaron a la ciudad de Minneapolis. Toda la ciudad estaba organizada a nivel popular para oponerse al odio contra la mujer, odiando a la pornografía. Ese fue nuestro mandato cuando redactamos la ley de derechos civiles anti-pornografia. Y las circunscripciones de la gente pobre, la gente de color, fueron organizadas en nombre de las mujeres de esas ciudades. Una ciudad en los Estados Unidos fue organizada por una ola feminista cada vez mayor, trajeron mujeres de clase obrera, prostitutas y ex prostitutas, académicas, lesbianas, estudiantes, y entre otras cosas, un pequeño ejército de víctimas de abuso sexua, para exigir la aprobación de una enmienda a la ley municipal de los derechos civiles que reconoce a la pornografía como una discriminación sexual, como una violación de los derechos de las mujeres. Esta enmienda, que luego redactamos como un estatuto autónomo, se llama comúnmente ‘la Ordenanza’.

La Ordenanza obtuvo el apoyo masivo, comprometido y entusiasmado. Lo hizo porque era justa, era honesta y estaba del lado de aquellas privadas de derechos y oprimidas. La gente se moviliza – no de arriba hacia abajo, sino de abajo hacia arriba – para apoyar la Ordenanza porque está directamente conectada con el odio hacia las mujeres, la hostilidad, la agresión, aquellos que explotan y apuntan a las mujeres. Esto se hace cambiando las percepciones de la voluntad de las mujeres. Esto destruye la autoridad de los pornografos sobre el tema poniéndoles una ley, dignidad, poder real, ciudadanía, en las manos de las mujeres que ellos lastiman. No importa cuando es despreciada ella por los pornografos y sus clientes, ella es respetada en esta ley. Usando la Ordenanza, las mujeres pueden decirle a los proxenetas y a los prostituyentes ‘no somos tu colonia, no nos poseen como si fuéramos su territorio. No lo quiero, no me gusta, me duele, el dolor duele, la coerción no es sexy, me resisto a este discurso que es de otra persona, rechazo la subordinación. Yo hablo por mi misma ahora, voy a ir a hablar a la corte, contra ustedes y ustedes nos escucharan’.

Queremos una ley que repudie lo que le pasa a las mujeres cuando la pornografía le sucede a las mujeres. En general, el sistema legal misógino limita a los pornografos: abstractamente le podemos llamar sesgo de genero, pero el sistema legal incorpora un odio casi visceral a los cuerpos de las mujeres, como si existieramos para provocar abusos, y como ellos, mienten. Tengo un personaje en ‘Mercy’, llamado ‘Andrea’, que dice que uno debe estar limpio antes de ir ante la ley. Ahora ninguna mujer está limpia o lo suficiente. Eso es lo que descubrimos cada vez que intentamos procesar una violacion: no estamos limpias. Pero ciertamente las mujeres que están en la pornografia no están limpias, y las mujeres que se venden en las esquinas no están limpias, las mujeres que estpan siendo maltratadas en sus casas y siendo pornografiadas no están limpias. Cuando una mujer usa esta Ordenanza, no necesitara estar ‘limpia’ para decir con dignidad y autoridad, ‘soy alguien y por lo tanto, me resisto’.




Cuando el Ayuntamiento de Minneapolis aprobó esta ordenanza dijeron ‘las mujeres son alguien, las mujeres importan, las mujeres quieren luchar, les daremos lo que quieran’. El Ayuntamiento de Minneapolis tenía una idea de la voluntad de las mujeres que contradecía lo que decían los pornografos: la obtuvieron por las mujeres que fueron a testificar para la Ordenanza. La claridad y la autoridad de la Ordenanza se derivan de las experiencias de carne y hueso de aquellas mujeres que quieran usarla: mujeres cuyas vidas han sido violadas en la pornografía. La Ordenanza expresa su deseo de resistir, y su enorme fuerza, traducida en un derecho legal, en su capacidad de soportar, para sobrevivir.

Las mujeres usando la Ordenanza estarán diciendo ‘soy alguien que ha soportado, he sobrevivo, Importa, lo sé demasiado y sé lo que importa. Y voy a hacer que importa aquí en la Corte. Proxeneta, usaré lo que sé contra usted. Señor consumidor, sé mucho sobre usted, y lo usaré aunque seas mi padre, aunque seas mi profesor, aunque seas mi abogado, mi doctor, mi cura. Usaré lo que sé’.

No estuve sorprendida con Catherine y conmigo misma cuando, después de la Ordenanza, los periódicos decían ‘¡Es un logro de la Derecha fundamentalista!’. Nos estaban diciendo ‘no son nadie, no pueden existir, no puede ser idea suya’. No nos sorprendió cuando la gente lo creyó. No nos gusto, pero tampoco nos sorprendió.

El Tribunal dijo que las mujeres victimizadas que querían usar la Ordenanza no eran nadie. El proxeneta si es alguien, él importa, vamos a protegerlo. No fue una sorpresa. Y cuando la Corte dijo que el consumidor si era alguien, y ustedes, mujeres, no son nadie, no importa cuando las hayan lastimado, él es alguien y estamos aqui por él. No fue una sorpresa. Y no fue una sorpresa cuando el Tribunal dijo que cuando las mujeres afirman su derecho a la igualdad sólo están expresando un punto de vista, una opinion, que deberiamos debatir esas ideas, no legislarlas. Cuando afirman que han sido lesionadas – esa violación, esa paliza, ese secuestro – tienes solo un punto de vista al respecto, pero en si mismo la lesión no significa nada. No fue una sorpresa que la Corte diga que habia una relación entre la pornografía y las lesiones de las mujeres, pero que esa relacion no importa, porque el tribunal tiene otro punto de vista, que pasa a ser el mismo de los pornografos: las mujeres no valen nada excepto lo que pagamos por ellas, en ese famoso libre mercado donde tomamos su realidad corporal para hacerla una idea.

Nada de esto fue una sorpresa. Cada cosita fue un atropello.

Escribimos la Ordenanza para mujeres que han sido violadas y golpeadas y prostituidas por la pornografía. Ellas quieren usarla para decir que son alguien, que van a ganar. Somos parte de ellas, vivimos la vida como mujeres, no somos exentas ni ajenas a esto. Escribimos la Ordenanza a favor de nuestras vidas también.

Quiero pedirles que se aseguren que las mujeres tendrán derecho y la oportunidad de acudir a un tribunal y decir esto: esto es lo que me hicieron los pornografos y proxenetas, esto es lo que me quitaron y lo estoy tomando de nuevo. Soy alguien, resisto, estoy en esta Corte porque resisto, rechazo su poder, su arrogancia, su maldad a sangre fría, y voy a ganarles.

Tienen que hacer esto posible. Han pasado diez años. Cuenten el número de mujeres que han sido heridas en estos diez años. Cuántas de nosotras hemos tenido la suerte de haber sido solamente insultadas y humilladas. Cuenten. No podemos esperar otros diez años. Las necesitamos, las necesitamos ahora, por favor, organícense.

Fuente:
https://nottthefunkind.wordpress.com/2017/08/09/la-pornografia-le-sucede-a-las-mujeres/





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